Enseñanza situada: vínculo entre la
escuela y la vida
Frida Díaz Barriga Arceo
Los retos
que en materia educativa tiene un país como México, es sobre la urgencia de
transformar el sistema, el currículo y los modelos educativos.
Lo cierto
es que como en ningún otro momento de la historia del pensamiento académico,
las voces se han levantado para denunciar, reflexionar o proponer mecanismos y estrategias de intervención que
posibiliten la construcción de experiencias educativas detonadoras no sólo de
conocimientos sino también de actitudes y valores que definan un nuevo tipo de
ciudadano.
los
autores han venido sugiriendo la
necesidad de redefinir las políticas y los sistemas de enseñanza.
De allí
que encuentre iniciar una transición desde las cotidianidades y la mismidad del
profesorado, esos lugares de tarea diaria donde la docencia no sólo es una
práctica sino una experiencia de vida alimentada por las reflexiones y la
sistemática forma de ir haciéndose de ciertas competencias capaces de
posibilitar nuevos entramados educativos; este, libro ofrece la oportunidad de
hallar mecanismos para enfrentar parte de los retos que la nueva educación plantea.
Algunos
autores que han venido promoviendo una nueva manera de pensar la acción
educativa para contribuir con ello a definir el hombre del mañana, para generar
ambientes que potencien conocimientos lo mismo que actitudes entre los agentes educativos;
para lo cual se propone una perspectiva contextualizada, pues se reconoce que
el conocimiento es situado, en virtud de formar parte y ser el producto una
actividad ubicada en contextos, culturas o trayectorias específicas.
La autora
señala que «el aprendizaje debe comprenderse como un proceso multidimensional de
apropiación cultural, pues se trata de una experiencia que involucra el pensamiento,
la afectividad y la acción»
A partir
de esta concepción de aprendizaje situado, que la autora configura un entramado
teórico-metodológico que permite visualizar escenarios de
intervención
innovadores, donde el aprendizaje se reconoce entrecruzado
por
factores espacio-temporales que es necesario problematizar.
En el
primer capítulo revisa alguno de los principales aportes de autores en donde
ven el sentido de lo educativo desde una mirada constructivista sociocultural,
en las que lo experiencial, reflexivo y situado, son los goznes que dan
articulación al trabajo colaborativo en
las aulas.
Se hace
una aproximación donde prevalece una dinámica de integración y reconocimiento entre
los actores de la educación, para lo cual la enseñanza situada apuesta por
«prácticas educativas auténticas»; es decir, la planeación, diseño y
construcción de estrategias entre lo curricular, los contenidos y lo que suele
ocurrir en la vida real del estudiante y futuro profesional.
La autora
sugiere la conducción de la enseñanza mediante proyectos situados, el
aprendizaje basado en problemas y el método de casos, el aprendizaje en
contextos comunitarios, hasta llegar a proponer una serie de mecanismos de evaluación
que serían pertinentes implementar ante el diseño y ejecución de aprendizajes
situados.
Además de constituir
dispositivos estratégicos para detonar una serie de competencias y habilidades
que inciden en lo cognitivo, actitudinal y axiológico.
Otra
cualidad de las propuestas planteadas, es la posibilidad de tejer una red de
relaciones colaborativas que sitúan pero también demarcan, exigen procesos
activos en los que estudiantes y docentes van alcanzando autonomía en una
ejecución que deviene conciencia en cada uno de las acciones.
Así
tenemos el caso del Aprendizaje colaborativo como estrategia central en la
enseñanza basada en proyectos, en la que se ofrecen los pormenores de una forma
de apropiación de contenidos, para lo cual el aula pasa a ser el espacio
de
decisión problematizadora: en ella se planea, se decide y se supervisa
un trabajo
transversal, si se consideran las dimensiones que el proyecto llega a alcanzar.
Algo que resulta
fundamental en la ejecución de este tipo de estrategias, es la
sistematicidad
a través de la cual se opera la estrategia, pues antes,
durante y
después de la realización del proyecto, una serie de instrumentos determinan la
ruta crítica de toda actividad posibilitando la concepción
del
conocimiento como producto social obtenido, por lo que la apropiación de
saberes es una acción detonadora tanto en la reconstrucción como en la construcción
de los mismos, pues es «mediante la acción conjunta y los intercambios
comunicativos […], como se construyen los marcos de referencia interpersonales que
conducirán a lograr un significado compartido de la actividad»
En este
mismo tenor, el Aprendizaje basado en problemas y el método de casos, es la
ocasión para redimensionar el concepto que de estudios de caso podemos tener los
docentes, pues si bien es cierto se conocen los mecanismos del diseño didáctico
para plantear casos ideales que generen aprendizajes, lo cierto es que en la
perspectiva situada, se diseñan problemas reales consensuados a partir
de
decisiones razonables de un facilitador que conoce su marco de referencia
contextual para registrar y ubicar desde él un caso real, específico y
significativo para su entorno.
Es por
ello que el rol del docente como tutor u orientador, es el eje sobre el cual se
mueve el Aprendizaje Basado en Problemas (ABP). Tanto en este tipo de estrategias de aprendizaje situado como en
los análisis de casos, es imprescindible que estudiantes y profesores desarrollen
una actitud de colaboración basada en acuerdos producto del discernimiento
reflexivo, emocional y estratégico. Y es que la selección y construcción de este
tipo de actividades facilita un espectro de acción por la cantidad de elementos
que entrecruzan el
problema o
caso seleccionado.
El puerto
de llegada en este tipo de estrategias de aprendizaje, siempre
será la
dimensión humana, pues «hay que recordar que éste es un
método de
enseñanza eminentemente experiencial e inductivo, que se busca no sólo educar
el intelecto, sino a la persona o al profesional en formación, al futuro
científico
o ciudadano»
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