La Evaluación en
Educación en Valores
Eliana Aldea López
Consejera Educacional y Vocacional
Coordinadora de Programa: Educación en Valores
I. Municipalidad de Chillán-Chile
Consejera Educacional y Vocacional
Coordinadora de Programa: Educación en Valores
I. Municipalidad de Chillán-Chile
La evaluación es un
proceso que proporciona información para hacer los ajustes necesarios en el
proceso de enseñanza y buscar apoyo para el progreso educativo. Es un
compromiso por revisar colegiadamente la práctica educativa, compartiendo
valores y actitudes que se convierten en referente de la acción educativa y de
la propia evaluación del progreso en los alumnos y alumnas.
Evaluar es una tarea
muy delicada y compleja; al evaluar, se pone en juego un conjunto de actitudes,
predisposiciones e inclusive prejuicios que deben ser considerados con el mayor
equilibrio posible.
La complejidad de la
evaluación reside en el conjunto de factores personales, familiares y
ambientales que inciden en el rendimiento escolar y en el conjunto de
componentes personales y profesionales del profesorado, que contribuye a que su
tarea evaluadora sea equilibrada. Esto es más importante al evaluar
aprendizajes de actitudes, valores y normas.
La evaluación ha de
ser motivadora y debe generar actitudes de superación y aumento progresivo de
autoestima. Debe contribuir a que el educando conozca sus limitaciones y debe
ofrecer pautas para superarlas.
Si se educa en
valores es porque se espera que puedan ser modificados, como consecuencia de la
acción educativa.
La evaluación implica
juzgar en qué medida están siendo incorporados los valores y actitudes que se
promueven, no para calificar, sino para planificar y decidir qué nuevas
acciones educativas se han de adoptar.
Existe una triple
concepción de los contenidos que se deben evaluar: conceptual, procedimental y
actitudinal.
En los contenidos
conceptuales, como hechos, conceptos y principios, se espera lograr
aprendizajes memorísticos, de relación y comprensión. El criterio de evaluación
es elsaber.
En los contenidos
procedimentales, es decir, uso de distintas acciones y estrategias para
alcanzar metas, se busca el aprendizaje en conocimientos y uso de habilidades.
Se evalúa el saber hacer.
En los contenidos
actitudinales, como actitudes, valores y normas, se busca lograr una
predisposición a actuar de una forma aceptada socialmente. Se evalúa el valorar.
Pese a la triple
perspectiva de los contenidos de enseñanza, no significa que todo contenido
tenga que ser tratado en las tres categorías, sino que permite la reflexión en
el profesorado sobre las distintas dimensiones de los contenidos y decidir el
enfoque al enseñarlos y el uso de la estrategia más adecuada.
Una de las mayores
dificultades de la evaluación en la educación en valores es el desconcierto que
plantea la imposibilidad de evaluarlos, debido a que los valores se entienden
como personales y, además, por el temor a los efectos de una evaluación
negativa en ausencia de medidas de optimización.
Los criterios de
aprendizaje de valores, normas y actitudes se pueden explicitar: aprender
un valor significa que se es capaz de regular el propio
comportamiento de acuerdo con el principio normativo que dicho valor estipula;
aprender una norma significa que se es capaz de comportarse de
acuerdo con la misma; aprender una actitud significa mostrar
una tendencia consistente y persistente a comportarse de una determinada manera
ante diferentes clases de situaciones, objetos, sucesos o personas. Esta
definición permite formular los objetivos relativos a valores, normas y
actitudes y, por lo tanto, los resultados de aprendizaje.
Son diversos
los objetivos que, consensuados por el equipo de profesores,
proporcionan una evaluación asertiva respecto al desarrollo moral de los
alumnos y alumnas.
En general, los
objetivos pretenden atender a las diferentes manifestaciones de alumnos y
alumnas con un modelo sistemático y regular de evaluación continua,
diferenciando las dimensiones para lograr un óptimo desarrollo moral según el
momento evolutivo de cada uno. Por otra parte, permiten informar sobre logros
obtenidos y ofrecer alternativas para mejorar aquellas áreas que necesiten
refuerzo. Contribuyen en el perfeccionamiento del PEI y, finalmente, facilitan
la colaboración entre la familia y la escuela, especialmente en los objetivos
difíciles de alcanzar en el ámbito de los valores y de la convivencia.
El proceso de
evaluación debe tener presente que el desarrollo de las dimensiones de la
personalidad moral, como autoconocimiento, autonomía y autorregulación,
capacidades de diálogo, capacidad para transformar el entorno, comprensión
crítica, empatía y perspectiva social, habilidades sociales y razonamiento
moral, requiere considerar la capacidad cognitiva de los alumnos y alumnas que
les permitan alcanzar niveles superiores de juicio moral y la adquisición de
información sobre temas conflictivos para conocer diversidad de opciones,
opiniones y razonamiento.
Conviene diferenciar
la evaluación de los aprendizajes relativos a contenidos informativos, de los
procedimentales y actitudinales. Para contenidos informativos es
más recomendable usar la evaluación en términos de producto o resultado;
para procedimientos y actitudes es más adecuado combinar la
evaluación en términos de productos o resultados con las formas de proceder o
desempeños.
Es más fácil
evaluar conductas que rasgos, debido a que en éstas es posible
introducir indicadores que hagan más eficaz la evaluación.
Es conveniente una
combinación de evaluación de desempeño y conductas para
contenidos procedimentales y actitudinales de carácter individual y, evaluación
de resultado y conductas para contenidos informativos, procedimentales
y actitudinales de carácter social y convivencial.
Éste es el mejor
modelo porque conduce a un marco de referencia común para todos los
evaluadores, qué se quiere evaluar y cómo se valora, qué se quiere conseguir en
la educación en valores.
Teniendo claro el
sentido de la evaluación (el para qué), se puede pensar en qué métodos o
técnicas usar (el qué o cómo evaluar).
Evaluar es juzgar en
qué medida están siendo incorporados los valores y las actitudes que se han de
promover.
La evaluación no
trata de cuantificar sino de investigar el progreso de la acción educativa que
se lleva a cabo y su incidencia en el desarrollo y construcción moral de los
alumnos y alumnas, por ello, interesa más el para qué evaluar, que
el qué evaluar o el cómo evaluar.
Para evaluar las
dimensiones de la personalidad moral se sugiere usar los indicadores
críticos que corresponden a las conductas observadas. Estos permiten
identificar y descubrir comportamientos específicos que estén claramente
relacionados con los objetivos finales que se desea lograr en función de cada
dimensión, de acuerdo con el momento evolutivo de los alumnos y alumnas.
Las conductas que se
seleccionen como indicadores críticos deben corresponder a aquellas actividades
esenciales que marcan claras diferencias entre el éxito y el fracaso y deben
ser consensuadas por el conjunto de profesores de cada escuela.
La evaluación
requiere un proceso sistemático que implica aplicar principios, métodos e
instrumentos que permitan aumentar la objetividad. Los métodos y técnicas
de evaluación dependen del sentido y la forma que se dé a la
evaluación, deben ser fiables y válidos, deben reunir el punto de vista del
profesor, alumnos y alumnas y otros profesores, debe contribuir al mejoramiento
de la práctica docente, considerada como el verdadero contexto formativo en
actitudes y valores.
Metodologías
observacionales y narrativas
La observación
sistemática es el instrumento fundamental para evaluar las actitudes. No sólo
es observar, sino crear situaciones que sean educativas en sí para los valores
que se quiere promover.
A través de la
observación sistemática se recogen datos para su posterior interpretación y
análisis:
a) Registro
anecdótico: son registros de incidentes o anécdotas que
manifiestan una actitud o comportamiento representativo, significativo o nuevo.
Permiten observar las acciones y actitudes en el contexto natural en que
suceden.
b) Escalas de
observación: se constata la presencia o ausencia de un
determinado rasgo, como también su intensidad mediante una escala gráfica,
categórica o numérica.
c) Listas de control: se observa la
presencia o ausencia de un determinado rasgo de conducta.
d) Pautas de
observación: presentan un conjunto de indicadores o
pautas, son abiertas y permiten detectar las necesidades educativas de cada
alumno o alumna.
e) Observador
externo: la realiza otro agente educativo, evitando la subjetividad del
propio evaluador.
f) Diario de clase: al escribirlo
día a día refleja una reflexión y da significado a los hechos sucedidos, además,
permite revisar la propia acción docente.
Técnicas no
observacionales
Las escalas de
actitudes y de valores son instrumentos de carácter cuantitativo, en sí son
insuficientes y requieren ser complementadas con otros medios. Son sofisticadas
y no siempre útiles para proporcionar información.
Intercambios orales
con alumnos y alumnas
a) Entrevistas: es uno de los
medios más efectivos para obtener información y aumentar la comprensión de las
experiencias y acciones individuales. Permite expresar creencias, expectativas,
actitudes, opiniones o razonar de modo justificativo respecto a una determinada
acción.
b) Debates, asambleas
y otros medios: los debates, asambleas, juegos, simulación,
role-playing, excursiones, etc., crean situaciones en las que se intercambian y
coordinan puntos de vista en y con el grupo, fomentando una mentalidad crítica
e indagadora, con formas de trabajo cooperativas, en las que la participación
de todos ayude a descubrir normas, mediante el diálogo y las aportaciones
mutuas de razones.
Estas situaciones de
interacción ofrecen contextos y situaciones adecuadas para observar la
manifestación y la progresiva incorporación o consolidación de actitudes,
valores y normas a la vida cotidiana.
Cuando existen
valores y actitudes consensuadas y promovidas conjuntamente con el profesorado,
la educación en valores alcanza su pleno sentido. Los valores,
actitudes y normas son primariamente vividos en el establecimiento educacional,
en el clima organizacional y, luego, enseñados.
Bibliografía
·
Buxarrais, M. Rosa; Martínez, Miquel;
Puig, Josep; Trilla, Jaume: “La Educación Moral en Primaria
y Secundaria”, Madrid, Edelvives y Centro de Publicaciones del MEC, 1990.
Bolívar, Antonio: “La
Evaluación de Valores y Actitudes”, Madrid, Anaya, 1998
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